DÍAS PARA VERLA. Parte 2
Por Cristian Ugalde
– Pronto.
– ¿No lo
harás, verdad?
– ¿Por qué
no me crees?
– Es más
fácil que vaya.
– Sí, ven.
– Lo ves, no
volverás. ¿Si voy, me darías posada?
– Sí.
Minutos y horas después nos despedimos, para quizá
no volverla a encontrar. Fue corto el tiempo que convivimos. Como un árbol en
primavera dando los primeros frutos; como las lluvias de verano que no cesan,
surgen de improvisto y algunas tardes son muy fuertes; como el montón de hojas
que vemos regadas en otoño al pie de numerosos árboles; como esos fríos de invierno, así fueron nuestros encuentros, pocos, pero
alucinantes.
¿Cuándo volverá? No
sé.
¿Cuándo iré? En este aspecto el futuro
es incierto.
Le dije que si
volvía, siempre tendría un lugar.
¡Qué cosas! Apenas la conocía y sentía haberla conocido siempre. A
decir verdad, coincidimos varias veces… mas no lo supe hasta unos días antes de
su partida. Desde las visitas a museos, la ida por su bebida favorita, el
recorrido por el Centro Histórico, la fiesta donde la conocí, el café con
piloncillo, el cumpleaños de un amigo o esos helados de sabores raros.
Somos afortunados por habernos conocido en este tiempo –le dije–
porque coincidimos en un mismo lugar, quizá en alguna otra vida nos hayamos
visto, quizá te haya visitado, a lo mejor también éramos amigos, tal vez fuimos
compañeros de clase, no sé, solo sé que fuimos y somos dichosos por
encontrarnos aquí y ahora, allá y después.
El último día que la vi, atravesó la avenida de una forma inusual,
fuimos por su bebida favorita y al ocultarse el sol nos despedimos, fue una de
esas despedidas que no quieres que sucedan, pero ella debía tomar un vuelo a
casa.
Así pasa el
tiempo, los años, los minutos... los días para verla.
24-08-2017
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